La noticia más importante del siglo. Así han calificado diferentes autoridades mundiales al acuerdo que 196 países cerraron en la Conferencia de las Partes N°21 (COP21), celebrada durante las dos primeras semanas de diciembre en París. Se trata de una clara señal para los sectores público y privado y la sociedad civil del planeta sobre la dirección que las naciones están tomando respecto al combate contra el cambio climático.
El Acuerdo de París es un hito histórico que instala el comienzo del fin de uso de los combustibles fósiles y del camino hacia un futuro de cero emisiones netas (Net-Zero Emissions), sentando las bases para que las partes se esfuercen y comuniquen su estrategia de crecimiento bajo en carbono a largo plazo, en consideración del compromiso de mantener la temperatura global por debajo de la trayectoria de 2°C aspirando a 1.5°C.
¿Cómo se concretará este proceso? ¿Qué llamados a la acción y compromisos cerró el Acuerdo de París? “Lo importante de este Acuerdo es que, al igual que en el Protocolo de Kioto, las partes adoptaron un convenio globalmente vinculante que tiene que ser ratificado por cada uno de los países”, señala Andrea Rudnick, experta del equipo MAPS Chile que estuvo presente en las conferencia.
Rudnick agrega que, en este Acuerdo, las contribuciones nacionales (NDC por sus siglas en inglés) no son vinculantes, similar a lo que ocurría en Kioto, “pero las partes se obligan a presentar contribuciones cada cinco años y a un aumento de ambición progresivo en el mismo tiempo, a reportar cada dos años el avance y el cumplimiento de la meta, y además deben someterse a un proceso de revisión por parte de expertos mundiales, todo lo cual sí es legalmente vinculante”, además de medir el progreso mundial colectivo.
La fórmula construida es parte de las negociaciones estratégicas que tuvieron lugar para lograr la adopción del Acuerdo por parte de los grandes países industriales, especialmente Estados Unidos. “Hay todo un marco de transparencia y rendición de cuentas que es vinculante y, en ello, reside la potencia de este Acuerdo”, enfatiza la experta. El Global Stocktake está expresamente señalado en el artículo 14, el que insta a que la Conferencia de las Partes “debe periódicamente hacer un balance mundial para cumplir los propósitos de este Acuerdo” y el que tendrá su primera versión en 2023 para luego asumir una periodicidad de 5 años.
“Todos los países del mundo, sin excepción, van a estar sujetos a la misma regla de contabilidad y con la misma frecuencia, todos por igual”, destaca Rudnick. Sin embargo, el Acuerdo no estipula costos o sanciones en caso de incumplimiento, pero de acuerdo al artículo 15 existirá un mecanismo de cumplimiento que contará con un comité basado en expertos que va a facilitar esta revisión no punitiva y sin castigos económicos. A pesar de ello, la comunidad internacional se compromete a un apoyo colectivo para que los países puedan avanzar en sus compromisos, por medio de un Capacity Building Committee que prestará apoyo para desarrollar las capacidades necesarias y un Mecanismo Financiero que entregará apoyo financiero afín.
¿Qué es lo que viene?
Antes del primer balance de 2023, ocurrirán otros hitos claves. “En abril de 2016, se abre el Acuerdo para la firma durante el Día de la Tierra en Nueva York y comienza el proceso de ratificación”, detalla Rudnick. Hasta ahora, los países solo han adoptado el Acuerdo, lo que expresa el consentimiento de los países con el texto del Acuerdo y el proceso de negociación.
La firma va un paso más allá, pues demuestra la voluntad de los países de iniciar las tramitaciones institucionales internas que sean pertinentes para ratificar el Acuerdo, para lo cual las partes tendrán un plazo de 1 año, entre el 22 de abril de 2016 y el 21 de abril de 2017. Luego de ese lapso, los países que no lograron la firma pueden sumarse mediante la formal legal de “acceso” (accession), que significa que un Estado acepta ser parte de un tratado que ya ha sido firmado por otros Estados y posee el mismo efecto legal que la ratificación.
El Acuerdo de París entrará en vigor cuando al menos 55 países de la Convención que agrupen al menos el 55% de las emisiones mundiales lo hayan ratificado. En la medida que esta condición de cumpla, comienza a regir desde el 1 de enero de 2020, reemplazando al Protocolo de Kioto.
En el intertanto, “las reuniones de la COP van a seguir realizándose anualmente para implementar las decisiones de la COP21 de París que contiene toda una línea de trabajo previo al 2020”, advierte la experta de MAPS Programme. Ello incluye continuar con la implementación de las medidas de mitigación como hasta ahora y las preparaciones correspondientes para actualizar las contribuciones. “La realización de estas acciones son vitales para concretar los compromisos suscritos para la entrada en vigor del Acuerdo. Por ello, Chile debe iniciar el trámite legislativo, reforzar la institucionalidad para cumplir con su contribución considerando todos los pilares -mitigación, adaptación, financiamiento, transferencia de tecnología y creación y fomento de capacidades -, confirmar su NDC antes de ratificar el tratado y ejecutar todas las adecuaciones institucionales, mejorar y fortalecer el sistema de reporte y medición de la meta establecida y asignar responsabilidades a los distintos sectores”, además de implementar los compromisos voluntarios de Copenhague, dice Rudnick.
¿El camino hacia el carbono neutral?
La decisión de la COP21 invita a los países a presentar estrategias de desarrollo bajo en carbono de largo plazo al 2050, a la Secretaría de la Convención a más tardar el 2020. Asimismo establece una meta de largo plazo que consiste en el inicio de la descarbonización de la economía mundial. Si bien el texto del Acuerdo no menciona explícitamente este proceso ni tampoco el de reducir las emisiones a cero durante este siglo, en su artículo 2 el Acuerdo establece que se debe mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 ºC. “La única forma de cumplir con esta trayectoria es que las emisiones mundiales de CO2 se reduzcan a cero alrededor del 2070, lo que implica una descarbonización mundial. Esto ya ha sido reconocido por el G7”, subraya Rudnick.
Esto implica una importante revisión de los actuales compromisos por parte de las autoridades políticas y llegar apropiadamente preparados para el 2020. “Chile debe aspirar al rango más alto de mitigación. Por lo tanto, es vital contar con un equipo de prospectiva que esté preparado para que, en 5 años más, presente una contribución de mayor ambición que la que tenemos actualmente”, precisa la experta.
Lo anterior se daría naturalmente con el acuerdo ratificado, especialmente por las revisiones periódicas de los equipos de expertos internacionales y del comité de cumplimiento. Chile estará constantemente en el escrutinio y se le exigirá crecer en sus esfuerzos de mitigación, de forma vinculante.
El Acuerdo, sin embargo, no solo aborda cuestiones de mitigación. La adaptación juega un papel protagónico muy importante. Los países deberán desarrollar procesos de planificación de adaptación e implementación de acciones, las que también contarán con apoyo financiero, bajo un sistema que pone a la transparencia como centro. Los países desarrollados deberán reportar, cada 2 años, sus aportes y destinatarios así como sus fuentes y potencial de crecimiento de fondos progresivo. Esta información deberá ser transparente y consistente. El Mecanismo Financiero de la Convención deberá asegurar a los países en desarrollo un acceso eficiente a los recursos financieros.